“¿Quieres
conocerme? Mira mis películas”[1].
Charles Chaplin siempre fue un director de cine crítico con los diferentes
periodos que le tocó vivir, sus películas están llenas de contenidos políticos y
sociales que afectaban al propio Chaplin y que hacían de su cine algo tan
personal. El director podría ser esa oveja negra dentro del rebaño que vemos al
inicio de Tiempo modernos en una
sutil metáfora sobre la industria del cine y, al mismo tiempo, el sistema de
producción predominante en el capitalismo, dónde todos los empleados son
iguales y su única función es girar una tuerca. Pero Chaplin era diferente,
siendo su propio productor no ofrecía un producto estandarizado a su público,
sino que trabajaba cuidadosamente en cada una de sus películas.
Dos acontecimientos marcarán el futuro de Tiempo modernos (Modern Times, 1936). En primer lugar, dentro de un contexto cinematográfico,
la aparición del sonido, diez años antes de realizar esta película pero que
implicaba un sistema de producción y una forma de contar historias a las que el
director se oponía, pero, pasado un tiempo, Chaplin tenía claro que debería
incorporarse a esta forma de hacer cine si no quería quedarse atrás. Sin
renunciar al slapstick característico de su cine, a la importancia de los
gestos, las miradas, el movimiento, etc. Chaplin comienza a incorporar el
sonido en sus películas, concretamente en Luces de ciudad (City Lights, 1931) y posteriormente en Tiempos modernos. Pero no es
una utilización del sonido al uso, sino precisa y siempre coherente, nunca
añadir sonido por el hecho de hacer una película sonora; por ello sigue
utilizando rótulos en los diálogos y la mayoría de sonido incorporado es para
experimentar, para aumentar la sensación que quiere transmitir al espectador.
En Tiempos modernos las voces
provienen de aparatos electrónicos no de la persona misma (la máquina de comer
y la voz del patrón que surge de una radio y de una pantalla). Al final Chaplin
habla, por primera vez a su público, cantando, o más bien chapurreando una
especie de canción en italiano sin letra. Este baile final es una firme
declaración de principios, “Chaplin sigue
siendo ante todo un mimo. Sugiere que sin la letra, podemos entender su
historia, que cuenta sobre una melodía francesa, “Titine””[2].
Después de está película Chaplin dejará al personaje de Charlot, cuestión que
abordaremos más adelante, y su cine incorpora cada vez más el sonido; ya es
mítico su discurso de El gran dictador
(The Great Dictator, 1940).
En segundo lugar, dentro del contexto histórico, es
la Gran Depresión de 1929, que acerca a muchos obreros de fábricas que se han
quedado sin trabajo al personaje vagabundo que tiene que buscarse la vida
creado por Chaplin en 1914. Pero Chaplin no limita su discurso a términos de la
pérdida de empleo en las fábricas debido al crack del 29, sino que ahonda en el
proceso de producción keynesiano. La industria y el cine habían crecido de la
mano y Chaplin sentía que había formado parte de la situación y tenía que decir
algo al respecto. “En Tiempos modernos se
enfrentó [Chaplin] a las dificultades
posteriores a la Gran Depresión cuando el desempleo masivo coincidió con el
desarrollo de la automatización. Chaplin fue muy sensible a los problemas
socioeconómicos de esa nueva era”[3].
Después de realizar Luces de ciudad
el famoso director dio una gira de 18 meses por todo el mundo dialogando con
gente importante como Gandhi, Churchill, etc. y presentando una teoría propia
sobre la redistribución de la riqueza. Estas bases formarían el mensaje
político del film.
Otro aspecto relevante es la incorporación de
Paulette Goddard, a quien conoció a la vuelta de su gira mundial y con la que
estuvo casado diez años y realizó dos películas: Tiempos modernos y El gran
dictador. El amor que sentía Chaplin por Paulette se ve reflejado en varios
puntos de la película, especialmente en el contraste de las caracterizaciones
femeninas del film, donde todas las mujeres son presentadas de forma fría, en
cambio el personaje de Paulette está rodado con ternura y cariño, es un
personaje amable, que ha perdido a su padre y su finalidad es ayudar a los
demás. Esta vagabunda es el complemento definitivo de Charlot y el que hará que
Chaplin continúe haciendo películas y como al final de Tiempos modernos, Chaplin en su trayectoria profesional, se coja
del brazo de Paulette y tenga en mente de cara al futuro la frase que cierra el
film “Ya nos las arreglaremos”.
Una curiosidad, aunque si se mira atentamente es
mucho más que una curiosidad, es un leitmotiv del cine ce Chaplin es la
incorporación de la comida. La comida y el hambre son para Chaplin lo que la
prostitución para Godard, un espejo donde se pueden ver todas aquellas
situaciones, comportamientos, relaciones de poder, etc. del mundo. Chaplin ya
jugaba con la comida en otros largometrajes como La quimera del oro (The
Golden Rush, 1925) en aquel baile de patatas, única comida en la cabaña
perdida en el monte. En Tiempos modernos
no deja de salir comida, el personaje de Charlot está en relación con los
alimentos a lo largo de todo el film. Veamos: el obrero se queda atrapado en la
máquina y Charlot le alimenta a la hora de comer, la barra de pan que roba el
personaje de Paulette Goddard, la escena de la comida en prisión donde “pelea”
por un trozo de pan con un Goliat, como lo definen los hermanos Dardenne, donde
gana la astucia; la escena con los ladrones hambrientos en el almacén, en el
“paraíso” casa ideal donde llega hasta acudir una vaca para ordeñar, en la
chabola donde se instala con el personaje de Paulette… cada escena incorpora
una situación donde el hambre, el pasar hambre principalmente, juega un papel de
reflejo del mundo en el que vive; no hace falta decir el significado de cada
escena, pues solo su descripción ya lo deja bien claro y este es un análisis
breve.
Por último, como ya se ha mencionado
anteriormente, está es la última película del personaje de Charlot. Éste nació
en 1914 con Charlot periodista (Making a
Living) en los cortometrajes de Chaplin para la Keystone. La importancia de
este personaje en la película reside en dos puntos. Un primer punto es la
situación del personaje como vagabundo y que su última aparición sea en un
contexto de amplio paro en el país no es una simple coincidencia. Un segundo
punto es que el personaje de Charlot había nacido mudo y se valía de su
gesticulación y sus movimientos con el cuerpo. Chaplin sabía que en el cine
sonoro Charlot no tenía cabida y éste era el momento para dejarlo de lado,
sabiendo que no estaría solo en su camino hacia delante. El final de esta
película, comentado anteriormente, es la mayor representación de cómo la vida
real de Chaplin y el cine se cogían de la mano. Insistamos en que no es
casualidad que la situación laboral del país, el cambio al sonoro y la relación
con Paulette Goddard llevarán a Chaplin a realizar está película, cénit del
personaje de Charlot y obra cumbre de su director.
En una última anotación cabe resaltar la forma
narrativa de la película, que en el cine de Chaplin es lo de menos (sin querer
minimizar su puesta en escena en ningún momento. Una puesta en escena que
consiste en darle a su personaje la centralidad y atención del espectador, con
una fotografía muy luminosa, a Chaplin le gusta que le vean el rostro, reflejo
de las emociones). Pero la importancia de sus películas reside en su contexto
sociocultural. Esta película en concreto surge en un periodo donde predomina el
MRI (Modo de Representación Institucional) denominando por Noël Burch, por lo
que la película es técnicamente perfecta y al Chaplin autor se le ve en lo qué
cuenta y en su actuación.