Entrevista por Álvaro Corazón Rural para Jot Down Magazine
¿Cuándo conociste las ruinas de
Vallcarca?
Teníamos que preparar un proyecto de documental para la
Escuela de Cine de Barcelona. Yo estaba dándole vueltas y lo primero que me
apetecía más era salir al mar, hacer un documental sobre pescadores de
Barcelona. Era una primera idea, o más que una idea un motivo para buscarla.
Así que me puse en contacto con la Cofradía de Pescadores de Barcelona y alguna
que otra institución para empezar a desarrollar un proyecto. Pero no recibí
respuesta. Así que del mar pasé a la montaña.
Mis trabajos suelen tratar el cambio del paisaje tras la
incursión del ser humano, dicho en una línea. Algunos videos que había hecho en
Barcelona nada más llegar retrataban las obras en el Parque Güell paso previo a
hacerlo de pago, o la transformación del Espacio de Arte Contemporáneo de
Castellón, mi ciudad, cuando se desinstala una exhibición y se instala otra.
Mis trabajos recientes siguen trabajando este tema de la transformación del
paisaje o entorno, por ejemplo un documental que estamos terminando sobre el
grupo de teatro castellonense Xarxa Teatre, que vino a Corea para realizar un
par de actuaciones y grabé todo el proceso en el que transforman un parque en
un escenario teatral. Así pues, aunque la base, digámoslo así, suele ser este
proceso de transformación el resto del contenido depende de lo que implica
dicho proceso.
En el caso de Vallcarca yo no conocía el pueblo ni había
oído hablar de él. Como he dicho, pase del mar a pensar en la montaña, esto me
llevó a pensar en el trabajo que se hace en las canteras de arena que rodean
Barcelona, especialmente hacia el sur. Así pues, a mediados de octubre llamé a
un buen amigo, Emili, y con su coche nos recorrimos la costa visitando destrangis varias canteras de piedra de
la costa del Garraf que previamente había buscado por Internet para saber más o
menos a donde ir. La última de ellas también era una cementera, ya cerca de
Sitges. Llegamos allí y la fábrica fue impresionante, enclavada entre las
montañas, pero con salida al mar. Muy de ciencia ficción. Pero parecía
abandonada, especialmente las ruinas y los silos de la zona costera, y la
estación de tren. No sabía que allí había un pueblo, ni siquiera los vimos la
primera vez que visitamos el lugar. Pero éste me pareció visualmente muy potente
y al llegar a casa comencé a buscar información por Internet.
Encontré el blog de Miguel Ángel Perona, que había
escrito un par de libros fotográficos sobre el lugar. El blog contenía algún
post que explicaba la historia de Vallcarca y hacía referencia a los libros. Me
sorprendí de que allí hubiera un pueblo abandonado y no lo hubiéramos visto. Al
no estar los libros disponibles en Barcelona tuve que ir a una biblioteca de
Sitges para investigar. La historia del pueblo y la cementera me resultó muy interesante
y un signo de los tiempos, o un paradigma de la historia global, una de esas
historias locales que son universales.
Con Emili volví al lugar y encontramos el pueblo,
escondido detrás de la fábrica. Los árboles secos, las puertas y ventanas tapiadas,
la naturaleza apropiándose del espacio. Muy fantasmagórico, dándole todavía más
peso a esa sensación de ciencia ficción que da la fábrica cuando la ves en su
entorno natural desgastado pero futurista. Más tarde me puse en contacto con
Miguel Ángel Perona y volvimos a visitar el lugar, investigamos más,
encontramos ruinas dentro del bosque, me contó anécdotas y demás, y fui
conociendo mejor lo que había sido el pueblo. Miguel Ángel me cayo muy bien, y
el amor que sentía por su pueblo (al igual que todos los habitantes de
Vallcarca) es inmenso. Y a mi me gusta hacer películas para gente a la que
aprecio y es sincera.
Así, decidí que Vallcarca, el lugar y su historia iban a
ser los protagonistas del documental. Investigué al respecto y ya se había hecho
uno, que me pareció bastante flojo, solo con entrevistas a algún vecino en su
casa o lugar de trabajo, alguno incluso trabajando, y que contaban un par de
anécdotas. Yo quería hacer algo más cinematográfico, visualmente más impactante
y que hablase de la memoria colectiva. Por lo que ambos documentales son muy
diferentes. Y esto es interesante, pues se puede ver como cada uno tiene unos
intereses y una forma de enfocar las historias.
¿Por qué te
recordaron el relato de Lovecraft "En las montañas de la locura"?
Había leído el relato de Lovecraft hacía un tiempo,
cuando todavía estaba en Castellón, y me lo llevé conmigo a Barcelona porque me
había resultado revelador. La historia de los Primordiales, que traen a seres
de otro planeta para construir su civilización y finalmente ésta se hunde y
solo quedan los restos del naufragio de una hipócrita utopía y del poder
abusivo (más o menos, ahora tendría que releerlo para explicar exactamente el
argumento)… esto me llamo mucho la atención y me trajo a la memoria la
situación en la que se encontraba, y sigue encontrándose, España. La burbuja
inmobiliaria, la inmigración, la explotación laboral, lugares levantados como
grandes centros de ocio para una sociedad acomodada que se han quedado vacíos y
en ruinas, los grandes solares en Madrid, etc. Lovecraft escribió este relato
en 1931 y se publico en 1936, si no recuerdo mal. Claramente era una metáfora
de la primera gran crisis económica del 29, de la sociedad de aquel tiempo y en
lo que se iba a convertir. La historia de Vallcarca me resulto muy similar y
trataba temas muy similares, por no decir los mismos temas. También, la
historia de Vallcarca, la parte del proceso de demolición del pueblo, sucedía
en los años 70-80, con la segunda gran crisis económica. Y el momento de
realización del documental es en el año 2012-2013, en plena tercera crisis
económica, una crisis que llevo arrastrando desde que comencé mis estudios en
la universidad en 2007 y de la que es imposible calcular cuanto daño a hecho a
mi generación de cara a su futuro tanto personal como laboral. Así pues, tenía
tres momentos muy claros, muy definidos y significativos. Al añadir la historia
de Lovecraft quería darle una circularidad al relato y hablar de que en el
capitalismo, el ciclo económico está dentro de un bucle que siempre se repite,
que siempre tiene momentos de crisis y momentos de gozo. La historia de
Lovecraft, escrita en los años 30, pero siendo futurista, le daba esa
circularidad al relato: años 30, años 70, año 2012 y, regresando a Lovecfrat,
el futuro (aunque es el pasado; y esto es un poco caótico, pero creo que se me
entiende).
Por supuesto, también influyo en utilizar el relato de
Lovecraft esa sensación de la fábrica de Vallarca de ser un lugar que parece
salido del futuro pero que se ha quedado oxidado en nuestro presente, como si
el futuro fuera nuestro pasado reinterpretado. Así pues, este acercamiento a la
historia de Vallcarca me parecía mucho más original, lo volvía más
cinematográfico y con mucha mayor carga de sentido. Quizás el resultado final
es un tanto complejo, se necesita pensar, reflexionar en todo ello y el por qué
de estar decisiones narrativas, para lograr entenderlo. Así, de entrada, puede
resultar extraño y no encajar. Pero es un riesgo que quería correr para hacer
algo diferente y provocar la reflexión del espectador. Hoy en día la ciencia
ficción parece escrita para niños, el avance de los efectos especiales ha
provocado que estas películas se conviertan en puro cine de atracciones. A mi
me gusta mucho el género por la capacidad reflexiva sobre el presente y el
pasado que puede proyectar, y ahí tenemos dos grandes obras de Tarkosvky, por
ejemplo. O la infinita 2001 de Kubrick, por citar ejemplos conocidos y
paradigmáticos. Un cine que te hace enfrentarte a las imágenes y pensar en su
contenido, en su forma y que al mismo tiempo te envuelven, te sobrecogen. Hoy
alguna buena película de ciencia ficción podemos encontrar, pero lo que está al
alcance de la mayoría son cuentos, más profundos o menos, pero con una sencilla
moraleja final, una falsa profundidad.
Leo en un
artículo que el túnel de la estación da miedo, cuáles fueron tus sensaciones.
Más que un túnel, lo que da miedo es lo desconocido. Esto
también está presente en el relato de Lovecraft y su investigación dentro de la
cueva helada de la Antártida. La oscuridad, el no ver una luz al final del
camino, elementos que encontramos en un túnel y por ello es un símbolo claro
del miedo. Yo recuerdo que, una vez conocida la historia del lugar y saber
donde me metía lo que me embriago fue la fascinación, las ansías por descubrir
más y más cosas, no el miedo, la curiosidad. Si no hubiera investigado antes,
no habría ni dado un paso en el pueblo, que es muy siniestro, como he dicho
antes. Por ello, el último plano de la introducción del cortometraje es ese
tren entrando en el oscuro túnel. La historia de Vallcarca es una historia
desconocida y una historia de terror, y mi voluntad siempre ha sido la de darla
a conocer. Por lo que el relato parte del miedo y la oscuridad para terminar
viendo la luz.
En la
estación leo también que hay numerosos vestigios del pasado, periódicos, actas
de trenes ¿Cuáles viste tú?
Cuando visité la estación de tren de Vallcarca, ésta no
tenía un acceso fácil para entrar en ella. El túnel, el pasadizo que lleva a la
estación, y poco más. Puertas tapiadas, ventanas a pie de suelo cerradas con
maderas, algunas rotas porque alguien si se había atrevido a entrar dentro para
tomar algunas fotos. El acceso era casi imposible y mi historia no se centraba
en este punto. Vi un poco a través de las rendijas de luz, alguna habitación
paralela a la estación que era más fácil de ver, y ya está. Esos materiales del
pasado los he visto bien en las fotografías que podemos encontrar por Internet.
En el documental no no quería hacer que las personas de Vallcarca, ya mayores,
entraran por pequeños agujeros a un lugar que no era accesible y por el que
meter todo un equipo de luces para grabar en condiciones era imposible. Así que
le di un vistazo por fuera, analice las fotos que encontré por Internet y deje
que fuese la narración de los antiguos habitantes del pueblo la que nos llevara
a la memoria esas imágenes.
Dices que la
historia comienza en 1903, cuando se construye una colonia alrededor de una
cementera. Leo de la Guerra Civil en Vallcarca: “Después vino la Guerra Civil.
Varios obreros se alistaron como milicianos de la FEI y las JONS, formando el
revolucionario Comité de Vallcarca, que fusiló a encargados de la fábrica en
las mismas costas”. En los 50 y 60 llega el auge ¿Con cuántos supervivientes
hablaste? ¿qué contaban? ¿Volvieron contigo al lugar o llegan a ir de vez en
cuando?
La historia comienza a principios de siglo, cuando
Butsems y Fradera deciden abrir una fábrica en las costas del Garraf por sus
perfectas condiciones geográficas: salida al mar y materia prima inagotable en
la montaña. Así pues, comienzan a traer trabajadores baratos de toda España.
Esto provoca la creación de una pequeña colonia. Las buenas condiciones de
trabajo para la fábrica hace que crezca, produzca más, venda más, necesite más
trabajadores. Esto va ampliado la fábrica. Más tarde, cambios tecnológicos,
otro tipo de obreros y técnicos, más trabajadores. La colonia ya es un pueblo.
Evidentemente esa unión de personas de lugares, costumbres
y pensamientos políticos muy diferentes, provoca que siempre haya una cierta
tensión con los regímenes de poder. Aunque en el pueblo en sí, entre los
trabajadores, la máxima era la convivencia. Pero surgen incidentes como el del
fusilamiento. Algunos de los antiguos vecinos de Vallcarca me contaron está
historia, pero no incidieron en ella. Eso fue en tiempos de guerra y
convulsión, tiempos de crisis y huelgas, tiempos de lucha y supervivencia.
Los vecinos que todavía viven recuerdan con mayor pesar
los accidentes por la falta de medidas de seguridad, accidentes en los que
amigos resultaron fallecidos. O historias como las de enviar a sus hijos a
escondidas en el tren fuera de la fábrica porque no se trabajaba en condiciones
o porque estarían condenados a una vida casi de claustro, o eran los jóvenes
directamente los que se escapan para no tener que trabajar allí. Y a veces los
pillaban, otras lo lograban. Ahí estaba el mayor drama para los habitantes del
pueblo en sus últimas décadas.
Hablé con más de una decena de supervivientes, incluso
con la última mujer que vivió en el pueblo. Ella ya muy mayor pero
conservándose muy bien. El resto rondarían entre los cincuenta y los sesenta
años, pero todos han logrado hacerse una vida estable y cómoda en los pueblos
de los alrededores de Vallcarca. Al comienzo, Dolores Áljaro, la última en
salir del pueblo, tenía un protagonismo al final del cortometraje. Por
cuestiones narrativas y de lograr un resultado más compacto y cerrado, su
intervención se terminó sumando al de resto de voces de la memoria de los demás
habitantes a los que entrevisté. Me supo mal, pero son decisiones que uno debe
tener el pulso de tomar, y si quería que la historia de Vallcarca tuviera toda
esta complejidad de la que estoy hablando en esa entrevista, debía eliminar ese
final con Dolores en su casa actual. Era un plano-secuencia de unos 4 minutos
en el que la vemos arreglando el jardín como lo hiciera antaño mientras cuenta
su historia particular. Y esto evapora el resto del documental, evidentemente.
Hice una copia especial del documental en la que se conservaba ese plano y se
la di a ella.
Básicamente, salvo Miguel Ángel Perona, el historiador
del pueblo, el resto de vecinos contaban anécdotas vividas, que inevitablemente
estaban conectadas con la historia del pueblo y de la fábrica. Y lo interesante
es que hablaban desde el recuerdo como algo muy presente en ellos, como si
todavía estuvieran en Vallcarca, como si no hubieran salido de allí y su vida
estuviera confinada a esa infancia entre el ruido de la fábrica y el canto de
los pájaros. Los momentos en el bar, en el teatro, las comuniones, los partidos
de fútbol, las fiestas populares… esos momentos que pueden ser muy importantes
en nuestras vidas y nos marcan.
Como se ve en el documental, todos los entrevistados
volvieron conmigo al lugar para grabar esos planos tan alegóricos. No utilicé
su imagen de las entrevistas porque quería que el protagonista fuera el pueblo,
la voz del pueblo, su memoria colectiva. Todos ellos guardan a Vallcarca en sus
corazones, y por encima de ellos está la memoria de su pueblo destruido. Por
ello, su voz, nostálgica por momentos, realista en otros, crítica o edulcorada,
todas estas infinitas sensaciones que tiene cada uno de los habitantes debían
ser representadas como una sola voz, el pueblo debía ser el protagonista. Una
decisión también dura el no terminar mostrando en primer plano a unas personas
que se han implicado tanto en el proyecto, pero si quería que el protagonista
fuera la memoria colectiva debía alejarme de las impresiones y significantes
que un primer plano puede tener. Quería que aparecieran el corto, y la forma
que se me ocurrió fue esta de llevarlos allí y plantarlos como adalides, en el
sentido de guía que destaca por su defensa de un movimiento, en este caso de su
pueblo, ahora un cementerio de la memoria, que solo pueden seguir defendiendo
desde fuera, contemplándolo y contando su historia como si fuera un antiguo
relato oral. Pues así se transmite en el documental, un relato oral único que
pasa por diferentes voces a lo largo de la historia, así ha llegado la historia
hasta nuestros días, así comenzaron las primeras historias. Recuperar lo
primigenio de la narración también era importante para hablar sobre qué y quién
nos cuesta las cosas. Y es que visualmente el documental pueda ser enmarcado
dentro del cine moderno o contemporáneo, incluso tirando al experimental, la
narración oral es clásica.
Aparte de ir conmigo para grabar esos planos, los muchos
habitantes que todavía quedan aún organizan comidas de camping en el pueblo,
visitan la ermita que hay en la cima del monte, van a pescar junto a los silos,
o simplemente se pasan para recordar y volver a sentir su vida allí. Todos los
habitantes de Vallcarca se sienten muy arraigados a su pueblo, un pueblo del
que de alguna manera fueron exiliados, y el hecho de tener que abandonar así tu
lugar de origen pesa mucho y se lleva siempre consigo, la nostalgia es
imposible de borrar. Y eso es algo muy presente en nuestros días también. Hoy
ya no son los jóvenes de Vallarca, hoy son todos los jóvenes españoles, como yo
mismo, los que hemos tenido que salir para buscarnos un futuro. Y volver a
España ahora mismo, personalmente, es algo que veo imposible, los últimos
gobiernos, especialmente el de Rajoy, han dejado una herida en todos nosotros
que va a ser imposible de borrar. Yo creo que mi generación tanto de cineastas
o escritores o artistas, vamos a hablar mucho de este desgarro de nuestras
raíces. Y de la misma manera que los vallcarqueños no pueden olvidar su pasado
y su juventud allí, nosotros no podremos olvidar esta época que nos ha tocado
vivir por culpa de una falsa democracia.
La colonia
era un crisol de culturas, de Extremadura, manchegos, aragoneses... Llegó a
tener 6.000 habitantes, veo fotos de juergas, también actuaciones de grupos. ¿Qué
historias te contaron de esa discoteca Kansas City?
Esto lo he comentado en la respuesta anterior. Aquí
matizar ese sentimiento que huye de un nacionalismo como el que están vendiendo
ahora ciertos políticos catalanes para lograr la independencia económica de
España. Cataluña, como España y como prácticamente todos los países del mundo
no tienen raíces puras, eso de la raza pura tampoco existe. Todos sabemos que
la Cataluña actual tiene una fuerte raigambre de origen andaluz, de
trabajadores como los de Vallcarca, que en tiempos de crisis van a zonas
económicas como ésta para ganarse la vida. Y allí crean una familia y hoy en
día sus hijos son catalanes de origen andaluz. Y como los andaluces, muchos otros.
Es cierto la historia de opresión sobre la región catalanoparlante, pero
basarse en ella para justificar una independencia me parece arriesgado, casi
temeroso por parte de quienes la piden. A mi me parece muy bien si se hace un
referéndum y participa una mayoría que de consentimiento a un país
independiente, porque al fin al cabo los países son imposiciones
político-geográficas para organizar un territorio y controlar el poder por
parte de los que lo han ido gobernando desde los tiempos de las conquistas. Si
los catalanes de hoy quieren independizarse, adelante. Pero que no utilicen
argumentos medievales para justificarlo, pues la Cataluña de hoy está formada
por ciudadanos de muchos lugares que han terminado allí y fueron bien acogidos,
con los brazos abiertos, dejando de lado el lugar de origen o creencia.
Sobre la discoteca Kansas City y todos los lugares, lo
que me contaron está en el documental. Los recuerdos son siempre vaporosos,
nublan y empapan nuestra memoria de sensaciones que nos sobrecogen pero que no
sabríamos describir con todo detalle. Los recuerdos que me contaron de este
lugar, o muchos otros, eran en líneas generales sensaciones que les despertaban
el evocarlos, más que un hecho concreto. Ahora mismo no recuerdo ninguna
anécdota precisa al respecto de este lugar.
El
franquismo estaba presente, la guardia civil iba a buscar a la gente por los
bares para que fueran a misa. Ellos decían que tenían poca cosa pero eran
felices. Mencionan que los jefes eran duros, que mucha gente fallecía por
problemas de seguridad. Que los hijos en cuanto cumplían 14 años iban a currar.
¿Era una situación diferente al resto de España en aquella época o más difícil
la que vivieron allí?
Esta es una pregunta compleja que son los habitantes del
pueblo los que deben responderla, y a su manera lo hacen en el documental,
hablando de estas cosas que mencionas. Luego, con lo que ellos cuentan nosotros
debemos buscar nuestras conclusiones y despertar nuestros pensamientos,
reflexionar sobre aquella época. Yo no he vivido esos momentos y no sabría
decir. Fueron tiempos duros, pero es que ahora también lo son. La vida ha
cambiado y lo que nos parece algo aberrante, como lo de la guardia civil
buscando a la gente en los bares para llevarlos a misa un domingo, pues hoy suceden
otras cosas que de aquí a unas décadas la gente se sorprenderá. Personalmente,
creo que la situación de Vallcarca era como un microcosmos de la situación que
vivía España. La comunidad que formaba el pueblo era grande y estaba
constituida como tal, tenían sus lugares de ocio, sus negocios, sus fiestas, su
equipo de fútbol, sus crisis internas, el auge y caída de la construcción, etc.
Era tener una representación de España a pequeña escala, y no sería mejor o
peor que el resto del país, pero si que puede dar la sensación de ser más
llamativo dado su escala. Esto invita a pensar en donde vivimos cada uno y como
pensamos nuestro propio país, o nuestro lugar de residencia, y como deberíamos
cambiarlo.
Las casas se
comían toda la contaminación ¿Ha habido secuelas?
Si que tenían escuelas, de hecho una pequeña parte del documental
habla de ello y muestro varias fotografías. Estaban dividas en chicos y chicas,
como era propio de la época. Y tenían sus clases de gimnasia en el campo de
fútbol. Hoy en día también hay contaminación, más que antes incluso. Como he
mencionado en la pregunta anterior, Vallcarca era un microcosmos donde todas
estas cosas se magnificaban, pero sucedían igualmente en todo el país, en todo
el mundo. E insisto, hoy estamos peor que antes. La contaminación de la
fábrica, que aún estaba abierta al mar y tenía todo un bosque para hacer de
defensa ecológica ante la toxicidad, era menos, o tan perjudicial como hoy
salir a la calle en cualquier ciudad, con cientos de coches soltando gases,
además de contaminación acústica y muchos más males. Lo interesante de las
escuelas, más allá de la contaminación y su relación con los niños, creo que es
pensar en su funcionalidad y los estudios que recibían. Siempre, excepto hacia
el final cuando los jóvenes comienzan a escapar de ese futuro confinado, los
estudiantes pasaban a trabajar a la fábrica de muy jóvenes, y las mujeres a
cuidar de la casa, o tomar cargo de negocios en el pueblo. ¿Entonces qué
educación recibían?¿Cuál era el propósito de esa educación? Una educación bajo
la dictadura, no lo olvidemos. Y de aquí, pensar en la importancia de la
educación para formar ciudadanos con pensamiento crítico y capacidad de
elección. Ciudadanos capaces de llegar al poder y tomar decisiones para mejorar
un país y una sociedad.
Cuando se
convierten en multinacional todo cambia. ¿cómo fue ese proceso?¿Entonces lo que
necesitan es echar a la gente? ¿Se cargan el pueblo por demolición? ¿Les
destruyeron los huertos? ¿Quitaron la parada de tren?¿Luego intentaron
pagarles?
Como en toda revolución industrial, el trabajador es el
que sale más perjudicado. Esto se viene reflejado en el cine desde Chaplin y su Tiempos Modernos, por citar un ejemplo claro y conocido, a comienzos
de siglo XX. La demolición del pueblo comienza cuando la fábrica se moderniza,
se necesitan menos trabajadores, todo se va automatizando y los hogares pasan a
ser terreno baldío, prestos a ser parte de la ampliación de la fábrica. Ésta no
los puede echar por las buenas, tendrían sus sindicato de trabajadores y
ciertas regulaciones. Así pues, como cuentan los habitantes del pueblo, la
fábrica los indemnizaba con una cantidad considerable para le época y podían
comenzar una nueva vida en otro lugar. Otras personas consideran esa cantidad
una limosna. Sea como fuere, la fábrica no les dejó otra opción. Comenzaron a
destruir los huertos y a apropiarse del espacio. Algo así como la compra de
tierras para la explotación petrolífera en california, y podemos encontrar aquí
un paralelismo entre esta historia y Pozos
de ambición de Paul Thomas Anderson, por ejemplo. Lo que quiero decir es lo
mencionado al comienzo de la entrevista, esta historia es universal y como esta
hay tantas otras, y son trabajos para reflexionar, pues para ello sirve la
cultura, el arte. La parada del tren, por lo que me contaron, la terminaron
quitando cuando ya nadie paraba allí, cuando ya no habían apenas vecinos y
nadie bajaba o subía al tren en Vallcarca. Lo que me parece curioso porque
todavía hoy los fines de semana mucha gente va a esas playas para tomar el sol
o pescar con tranquilidad. La playa sigue teniendo su uso. La fábrica, ahora no
lo sé, pero en el momento de producir el documental, estaba mucho tiempo
parada, solo abría dos veces al año, creo recordar, porque en Els Monjos la
misma compañía había abierto una fábrica mucho más grande y moderna. Aún así,
cuando está en funcionamiento los trabajadores deberían poder ir en tren. Es
decir, el lugar, pese a estar abandonado sigue teniendo sus usos. También hemos
visto como mucha gente va allí a tomar fotos. Y quitar esta parada por motivos
de ahorro económico para RENFE se puede entender, pero es un lugar que si no
vas con coche ya no se puede acceder a él. Y yo tuve la suerte de que en
Barcelona vivía mi amigo Emili y su buena voluntad me ayudó a descubrir
Vallcarca. Sin su ayuda quizás este documental no se habría podido realizar.