La
importancia de esta película radica en las múltiples lecturas que nos ofrece.
En primer lugar como compendio del panorama cinematográfico español de la
década: es una película de muy bajo presupuesto, lo que da cuenta de la débil
industria nacional. La temática y eje de acción de la película es el
malentendido (estrategia peculiar que garantiza el éxito, desde los inicios,
como en esta película o, por poner otro ejemplo, en Pilar Guerra, de José Buchs, (1926) hasta nuestros días en series
como Aquí no hay quién viva), es un
film costumbrista (la pasión por ver las corridas de toros son el
desencadenante de todo el conflicto) y con cierta dependencia teatral (en las
actuaciones, especialmente la de Kamus; y el hecho misma de que la protagonista
sea actriz de teatro). Es el intento de hacer una película que pueda competir
en las salas, a las que cada vez acude más público.
Otra
lectura sería la propia metacinematográfica, dentro del núcleo narrativo que se
crea entorno al doctor Kamus y su descubrimiento de la cámara, a la que llama “el sexto sentido, el ojo extrahumano”. Por este periodo se desarrolla el auge del
fascismo/nazismo en Europa, con Leni Riefenstahl y la propaganda política de
Goebbels a la cabeza, y la película habla sobre el poder del cinematógrafo y
como estos grupos lo podrían usar. Aquí podemos interpretar esta reflexión
sobre el aparato cinematográfico de dos maneras: 1. El cine en malas manos
puede ser peligroso y destructivo (la película que Kamus enseña a León es
confusa y engaña y hace tambalear la relación entre Carlos y Carmen). 2.El cine
no muestra la realidad, es una representación subjetiva de la realidad que
interpreta el que la ve (el espectador) y le da un significado (lo que Kamus
plantea es que el cine no miente y que muestra la realidad tal cuál es; pero en
su película ha realizado un montaje – aunque sea en cámara – y ha mostrado lo
que el querría mostrar, esas imágenes y no otras). (los dos puntos comentados).
También es una reflexión sobre las corrientes cinematográficas del momento. Como
apunta Luis Fernández Colorado: “parapetado
tras la ficción, con tratamiento de comedia basada en el equívoco, Sobrevila se
decanta por un tipo concreto de práctica fílmica de tibia avanzadilla frente a
una segunda oleada de vanguardia que pugnaba por dinamitar las estructuras
narrativas y no quedarse en lo que consideraba un mero trabajo sobre la
estética y el ritmo […] A través de
un somero repertorio de imágenes en aclamadas manifestaciones de esa segunda
vanguardia, la más radical en sus planteamientos, caricaturizaba esos
movimientos y a los estupefactos de un credo tachado de papanatas (el personaje
de Kamus ejemplifica esa postura: una defectuosa planificación y un caótico
montaje son puestos por el peculiar galeno como paradigma de hacia dónde deberíamos
caminar en el futuro), sin desdeñar por ello la pertinencia de ciertos
hallazgos expresivos derivados de esa práctica fílmica y cargando las tintas
sobre el papel crucial que juega el director en la configuración del
[sexto] sentido de un film”.
La
otra lectura importante que ofrece la película es la reflexión sobre la mirada
(algo que llega hasta hoy en día y que siempre se van a estar planteado los
cineastas más interesados por el dispositivo y sus posibilidades que por contar
una simple historia). Esta reflexión se hace “mediante una serie de
contraposiciones”, la más notable se da en la actitud pesimista de León versus
la actitud vitalista de Carlos, uno “el atildado intelectual al uso” y el otro
“la encarnación del gusto popular”.

Para verlo, en "RTVE a la carta":