domingo, 27 de enero de 2013

La cabina (Antonio Mercero, 1972)

Por Haizea Galarreta (Universitat Pompeu Fabra)


La Cabina es un telefilm del año 1972 dirigido por Antonio Mercero, partiendo del guión escrito por José Luis Garci y está inspirada en un cuento de Juan José Plans. Fue emitida por la segunda cadena de TVE y se trata de uno de los telefilms más conocidos y representativos de la historia de la televisión española.

En la etapa franquista centrada en la televisión, entre 1956 y 1976 reinaba la dictadura y el centralismo en todos los aspectos de la sociedad española. Todo lo que no se antojaba adecuado para el público español recibía una severa censura aunque, nos encontramos con telefilms como éste, que consiguieron filtrarse por el colador, ya que el mensaje subliminal o la crítica iba maquillada.

Franco mismo conocía el poder y las paradojas de la televisión, una herramienta que tenía que sujetar con firmeza si quería seguir con una dictadura como hasta entonces. Conociendo la utilidad y los beneficios que la televisión le podía traer, a partir del año 64 se creó un sector preparado para hacer obras que ganasen premios internacionales y así conseguir prestigio, aunque eso significase que algunos de los contenidos se contradijesen con la política y situación del momento. Mostraban así una gran potencia de producción propia que, de cara al exterior exhibían una España moderna y avanzada, sobre todo a finales de los 70. El mediometraje era el formato que más explotaban para presentar los proyectos, y la UHF era el canal en el que los jóvenes con ganas de experimentar y reinventar el lenguaje televisivo encontraban en este laboratorio de ideas su mejor taller.

En este contexto se encuentra el mediometraje La cabina, cuyo argumento empieza con un hombre corriente que se ve tentado a hacer uso de la nueva cabina instalada en el barrio, dándose cuenta que la puerta se ha atascado con él dentro y no puede salir, no solo eso, sino que, el teléfono no funciona, siendo esto una dificultad añadida para poder comunicarse y teniendo como resultado el hecho de que entrar en la cabina es algo ineficaz. De esta manera se ve acordonado por gente, sin que nadie consiga sacarlo. Es así, como al final, la misma compañía telefónica que ha instalado la cabina viene a recogerle y recorre un largo camino a bordo de una camioneta hasta terminar en un “cementerio” de gente encerrada en cabinas telefónicas.

Esta obra que utiliza elementos de comedia, terror y ciencia ficción contiene diversas lecturas, pero dado el contexto social de la época, lo más probable es que sea una crítica política. La cabina es una metáfora sobre la represión en el franquismo. La cabina simboliza el régimen franquista: hermético, opresor y asfixiante que, además alberga la ironía de ser, un objeto destinado a mejorar la comunicación. El hombre intenta de manera reiterada salir de ese rectángulo (del régimen dictatorial), ser libre, pero no puede. Es como un cuadro donde se observa la actitud de parálisis de la sociedad ante la opresión. Más aún, aquella situación se convierte en una atracción para los transeúntes, siendo pocos los que le ayudan, se quedan como espectadores (son los ignorantes que se crean ante el entumecimiento de la sociedad, ante el gobierno franquista). Los únicos a lo largo de la historia que llegan a compadecerse del protagonista son los payasos (los que viven al margen y son conscientes del circo-espectáculo de mentiras y tiranía que están sufriendo). El hombre encerrado en la cabina, cada vez más consciente de la situación, vislumbra el escenario de una manera diferente, comienza a ver los “fallos”, la otra cara de la sociedad que, a simple vista antes no apreciaba: como el señor que le come los dulces al niño, las señoras que cotillean despiadadamente...

Al final, aparecerán los hombres que habían instalado la cabina y se lo llevarán sin que el prisionero pueda alzar la voz, ya que no se le escucha (es silenciado). Así es como se desarrolla la odisea del hombre que no sabe cuál es el destino final del viaje. Entre otras cosas desde la cabina recorre diferentes paisajes (se presenta el boom económico que está viviendo España, etc.). Entonces, cuando ve a otro hombre en su misma circunstancia (que tampoco entiende lo que está sucediendo), las cosas empiezan a torcerse. La situación va a peor y no parece tener escapatoria cuando se adentran en un oscuro túnel y es trasladado a una gran sala, una necrópolis de gente que se ha quedado encerrada en la cabina (gente que luchaba contra el franquismo, o directamente personas que al franquismo no le interesaban y querían hacer callar). Cualquiera puede ser el siguiente en verse envuelto en esta esperpéntica situación.

La crítica hacia el franquismo y la condición humana, es una de las posibles lecturas que ofrecen este mediometraje cuya fuerza reside en lo que dicen las imágenes, ya que apenas hay diálogos. Cuenta con una música que ayuda a acentuar ese cúmulo de sensaciones y situaciones extrañas. Está filmado como una película de cine, alejándose de los cánones televisivos, nada barroco, coherente, sencillo, pero sin caer en la simpleza. Esta historia kafkiana no está filmada desde el punto de vista del protagonista, sino que nos presenta al que sufre la situación con una cierta distancia. Por eso hay muchos enfoques desde diferentes ángulos que se intercalan con algunos travelling como el del inicio.

El hecho de que se trate de un mediometraje de ciencia ficción que coquetea con el surrealismo, dice mucho sobre la intención de querer innovar y experimentar teniendo como resultado el ascenso del formato televisivo a la categoría de arte, y de ahí la cantidad de premios conseguidos. Es curioso como el mismo franquismo, en ocasiones, se contradecía teniendo la capacidad de arriesgar con un formato como éste. Gracias a la gran calidad de La cabina, concebida como puro cine y la solapada crítica que cobijaba, cosechó un gran éxito consiguiendo diversos premios como: El Quijote de Oro al mejor director (1972), Fotogramas de Plata al mejor actor, José Luís López Vázquez (1972), mejor crítica internacional en el festival de Montecarlo (1973)… y el más destacado reconocimiento internacional; un Emmy al mejor programa dramático en 1973.

Su director, Antonio Mercero siguió trabajando para la televisión, dirigiendo esporádicamente largometrajes. Con La hora de los valientes (1998) y Planta 4ª (2003) obtuvo su mayores reconocimientos desde la época de La cabina. Su última película, ¿Y tú quién eres? (2007) fue la última que protagonizó José Luis López Vázquez. 




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