La Cabina es un telefilm del año 1972 dirigido por
Antonio Mercero, partiendo del guión escrito por José Luis Garci y está inspirada
en un cuento de Juan José Plans. Fue emitida por la segunda cadena de TVE y se
trata de uno de los telefilms más conocidos y representativos de la historia de
la televisión española.
En la
etapa franquista centrada en la televisión, entre 1956 y 1976 reinaba la
dictadura y el centralismo en todos los aspectos de la sociedad española. Todo
lo que no se antojaba adecuado para el público español recibía una severa
censura aunque, nos encontramos con telefilms como éste, que consiguieron
filtrarse por el colador, ya que el mensaje subliminal o la crítica iba
maquillada.
Franco
mismo conocía el poder y las paradojas de la televisión, una herramienta que
tenía que sujetar con firmeza si quería seguir con una dictadura como hasta
entonces. Conociendo la utilidad y los beneficios que la televisión le podía
traer, a partir del año 64 se creó un sector preparado para hacer obras que
ganasen premios internacionales y así conseguir prestigio, aunque eso
significase que algunos de los contenidos se contradijesen con la política y
situación del momento. Mostraban así una gran potencia de producción propia que,
de cara al exterior exhibían una España moderna y avanzada, sobre todo a
finales de los 70. El mediometraje era el formato que más explotaban para
presentar los proyectos, y la UHF era el canal en el que los jóvenes con ganas
de experimentar y reinventar el lenguaje televisivo encontraban en este
laboratorio de ideas su mejor taller.
En este
contexto se encuentra el mediometraje La
cabina, cuyo argumento empieza con un hombre corriente que se ve tentado a
hacer uso de la nueva cabina instalada en el barrio, dándose cuenta que la
puerta se ha atascado con él dentro y no puede salir, no solo eso, sino que, el
teléfono no funciona, siendo esto una dificultad añadida para poder comunicarse
y teniendo como resultado el hecho de que entrar en la cabina es algo ineficaz.
De esta manera se ve acordonado por gente, sin que nadie consiga sacarlo. Es
así, como al final, la misma compañía telefónica que ha instalado la cabina
viene a recogerle y recorre un largo camino a bordo de una camioneta hasta
terminar en un “cementerio” de gente encerrada en cabinas telefónicas.
Esta obra
que utiliza elementos de comedia, terror y ciencia ficción contiene diversas
lecturas, pero dado el contexto social de la época, lo más probable es que sea una
crítica política. La cabina es una metáfora sobre la represión en el
franquismo. La cabina simboliza el régimen franquista: hermético, opresor y
asfixiante que, además alberga la ironía de ser, un objeto destinado a mejorar
la comunicación. El hombre intenta de manera reiterada salir de ese rectángulo
(del régimen dictatorial), ser libre, pero no puede. Es como un cuadro donde se
observa la actitud de parálisis de la sociedad ante la opresión. Más aún,
aquella situación se convierte en una atracción para los transeúntes, siendo
pocos los que le ayudan, se quedan como espectadores (son los ignorantes que se
crean ante el entumecimiento de la sociedad, ante el gobierno franquista). Los
únicos a lo largo de la historia que llegan a compadecerse del protagonista son
los payasos (los que viven al margen y son conscientes del circo-espectáculo de
mentiras y tiranía que están sufriendo). El hombre encerrado en la cabina, cada
vez más consciente de la situación, vislumbra el escenario de una manera
diferente, comienza a ver los “fallos”, la otra cara de la sociedad que, a
simple vista antes no apreciaba: como el señor que le come los dulces al niño,
las señoras que cotillean despiadadamente...
Al final,
aparecerán los hombres que habían instalado la cabina y se lo llevarán sin que
el prisionero pueda alzar la voz, ya que no se le escucha (es silenciado). Así
es como se desarrolla la odisea del hombre que no sabe cuál es el destino final
del viaje. Entre otras cosas desde la cabina recorre diferentes paisajes (se
presenta el boom económico que está
viviendo España, etc.). Entonces, cuando ve a otro hombre en su misma circunstancia
(que tampoco entiende lo que está sucediendo), las cosas empiezan a torcerse.
La situación va a peor y no parece tener escapatoria cuando se adentran en un
oscuro túnel y es trasladado a una gran sala, una necrópolis de gente que se ha
quedado encerrada en la cabina (gente que luchaba contra el franquismo, o
directamente personas que al franquismo no le interesaban y querían hacer
callar). Cualquiera puede ser el siguiente en verse envuelto en esta esperpéntica
situación.
La
crítica hacia el franquismo y la condición humana, es una de las posibles
lecturas que ofrecen este mediometraje cuya fuerza reside en lo que dicen las
imágenes, ya que apenas hay diálogos. Cuenta con una música que ayuda a
acentuar ese cúmulo de sensaciones y situaciones extrañas. Está filmado como
una película de cine, alejándose de los cánones televisivos, nada barroco,
coherente, sencillo, pero sin caer en la simpleza. Esta historia kafkiana no está filmada desde el punto
de vista del protagonista, sino que nos presenta al que sufre la situación con
una cierta distancia. Por eso hay muchos enfoques desde diferentes ángulos que
se intercalan con algunos travelling como el del inicio.
El hecho
de que se trate de un mediometraje de ciencia ficción que coquetea con el
surrealismo, dice mucho sobre la intención de querer innovar y experimentar
teniendo como resultado el ascenso del formato televisivo a la categoría de
arte, y de ahí la cantidad de premios conseguidos. Es curioso como el mismo
franquismo, en ocasiones, se contradecía teniendo la capacidad de arriesgar con
un formato como éste. Gracias a la gran calidad de La cabina, concebida como puro cine y la solapada crítica que
cobijaba, cosechó un gran éxito consiguiendo diversos premios como: El Quijote
de Oro al mejor director (1972), Fotogramas de Plata al mejor actor, José Luís
López Vázquez (1972), mejor crítica internacional en el festival de Montecarlo
(1973)… y el más destacado reconocimiento internacional; un Emmy al mejor
programa dramático en 1973.
Su
director, Antonio Mercero siguió trabajando para la televisión, dirigiendo
esporádicamente largometrajes. Con La
hora de los valientes (1998) y Planta
4ª (2003) obtuvo su mayores reconocimientos desde la época de La cabina. Su
última película, ¿Y tú quién eres?
(2007) fue la última que protagonizó José Luis López Vázquez.
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