martes, 23 de abril de 2013

La aldea maldita (Florián Rey, 1930)


Florián Rey comienza como actor “galán” para Atlántida SA; continúa una trayectoria como actor teatral a la par que actor de cine en películas de José Buchs. Saltó a la fama con La verbena de la Paloma ( José Buchs, 1921) y con La casa de Troya (Noriega y Lugín, 1925) conoce a Juan de Orduña con quién funda Goya Films, esto le permite convertirse en realizador. Sus primeras películas son adaptaciones de zarzuelas, algo típico de la época, como es el caso de La revoltosa (1924), película de calidad sobre el resto de producción nacional. Otro de sus éxitos llegó con La hermana San Sulpicio (1927), una comedia burguesa con Imperio Argentina (en el intento de crear un star system a la española); y más adelante, con una película costumbrista ya desde su título: Fútbol, amor y toros (1929). En seis años realiza una docena de películas que le crean un nombre y un sello de calidad tanto en la industria como con el público.

En 1930 se embarca en el proyecto de La aldea maldita, considerada obra maestra del cine español mudo. Pero, como analiza Agustín Sánchez Vidal: “solo se puede hablar de una versión muda con las debidas matizaciones, ya que se exhibió comercialmente sonorizada, a excepción de su pase restringido en marzo. Lo que sucede es que esta copia muda de trabajo es la que parece haber sobrevivido”. Y es que La aldea maldita, su primera versión, la de 1930 (luego cuenta con una versión sonora en 1942 de menor calidad, incluso de “alcance ideológico opuesto al de su antecesora”) partía con la idea de ser una película sonora, pero debido a los problemas de sonorización de la época, que Florián Rey ya había sufrido en Fútbol, amor y toros, decidió rodar La aldea maldita como si fuera muda y sonorizarla posteriormente. Y esto tiene sus repercusiones en el film, sin restarle un ápice de calidad, por ejemplo “la película dista de ser parca en rótulos explicativos, pero éstos suelen estar justificados, no sustituyen de manera innecesaria a la imagen, y los personajes y las situaciones nos son presentados en términos plenamente audiovisuales”.

Otro de los elementos que condicionan el resultado final es el presupuesto, 22.000 pesetas del propio realizador y del actor Pedro Larrañaga, lo que le permitía total libertad creativa. La película, pese a tener una pátina costumbrista cuenta con elementos formales propios del cine soviético (el montaje), el cine de cámara alemán (Kammersfield), ciertos elementos expresionistas y una construcción narrativa de plano/contraplano digna del cine americano. Podemos hablar de una película dentro de los parámetros del denominado “cine internacional”, un cine que cuenta con partículas elementales de las corriente más predominantes del momento y que tiene su mayor logro en Amanecer (Sunrise, F.W. Murnau, 1927).  Lo que da cuenta del conocimiento cinematográfico de Florían Rey.

Uno de los logros de la película es el uso de la elipsis, “se utilizan con gran pertinencia y los planos suelen adjetivarse por contigüidad, deduciéndose de ellos una presentación de los problemas desde varios puntos de vista que no debe confundirse con las opiniones del realizador, que están mucho más en sordina”, apunta Vidal. A esto sumar las interpretaciones de los actores, nada teatral (fuera de los cánones de la época), “que evita el deslizamiento hacia el melodrama gratuito”. También la puesta en escena está a un nivel superior del cine de la época, los encuadres, el movimiento de los personajes, “uno de los recursos que maneja el director con mayor habilidad es la transgresión de las salidas y entradas de campo más convencionales, haciendo que los personajes se encaminen directamente hacia la cámara [y no saliendo por los laterales del encuadre, lo habitual, y teatral], como si pasaran a través del objetivo”.

Por último, cabe señalar el uso de la iconografía, por ejemplo, “el contexto evangélico que sugiere el nombre de Magdalena se ve reforzado por el auténtico vía crucis que ha de pasar Acacia, que está a punto de ser lapidada como la adúltera bíblica” o “en la secuencia del éxodo de las carretas, una mujer recoge el hilo de una rueca, como un Parca”. Esta película restaurada por la Filmoteca Española da cuenta de que en nuestro país también se hace buen cine desde esta “aldea maldita” hasta El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973), El cant dels ocells (Albert Serra, 2008) y muchas otras películas realizadas con criterio, sinceridad y pasión por el cine. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario