domingo, 1 de febrero de 2015

Nightcrawler (Dan Gilroy, 2014)




El advenimiento del cine digital trajo consigo aquella estrella del norte que fue Collateral (2004) dirigida por Michael Mann (del cual estos días se está hablando muy bien gracias a esta línea continuista del píxel que es Blackhat). Este film de un taxista que en la noche de Los Ángeles es sometido a los designios de un sicario pulcro y que sabe cómo y cuando hablar, sentó cátedra y ha sido uno de les referentes para retratar la atmosfera y el carácter de la capital de California desde su propia industria. En 2007 David Lynch convertía la ciudad en una pesadilla y tensaba el digital convirtiendo la ciudad en su Inland Empire. Y en 2011 llegaba otro pulido retrato nocturno de L.A. y los oscuros seres que la habitan en Drive.  Y ahora, Dan Gilroy vuelve a rebuscar por la basura de la gran ciudad y encontrar en ella a un rondador nocturno, a un Nightcrawler, extraño reflejo de una cultura del consumo tan macabra como insaciable.


Louis Bloom (Jake Gyllenhaal), al que Gilroy parece querer establecer descendencia con el Leopold Bloom del Ulises (1922) de James Joyce, aquel otro rondador sin oficio ni beneficio, es un ladrón de poca monta que no encuentra trabajo. Cosas del destino cinematográfico, una noche descubrirá la posibilidad de ser “reportero” freelance en busca de noticias amarillistas con las que ocupar las portadas de los telediarios. Una vez le coge el gusto sus ansias de escalar le hacen ir perdiendo (si es que alguna vez lo tuvo) el sentido de la ética y la responsabilidad moral. De su mano irá una directora de informativos que sólo quiere levantar los índices de audiencia. Cosa que sólo se consigue con sangre. Y ahí entra un tercer protagonista del que el film no habla, pero es el más aterrador: el espectador, que se presta a esas practicas deplorables y que hacen que lo que empezó como un trabajo ratonero para Bloom termine siendo una empresa sólida y con significativos beneficios. Ya vimos en Pozos de ambición (2007) como el éxito esta teñido de sangre y el self-made man americano es, desde los orígenes de la nación (o eso al menos podemos concluir de una crítica filmografía generada a lo largo de los años) un ser con mucha labia, aires de grandeza y sin remordimientos.

Por otro lado nos encontramos con los medios de comunicación, tan insaciables y ciegos, o por lo menos daltónicos, incapaces de distinguir el color de la sangre. Las manipulaciones de La cortina de humo (1997), la crítica (aunque mala siempre buena) y la violencia de Network (1976) o los despotriques homofobos y racistas de Los chungitos en GH VIP (2015). La televisión, o los mass media, como un El gran carnaval (1951). La televisión es un vampiro, o un licántropo sediento de sangre y vísceras, como Gilroy sugiere con esa luna llena que abre y cierra el film. Es estremecedor el momento en el que la directora de los informativos le ordena a los presentadores a través del pinganillo que le pongan suspense al drama mientras la cámara de Bloom se acerca a una cuna después de haber presenciado un tiroteo. Esto lo hace a sabiendas de que no hay tal bebé, pero quiere llevar la emoción, la pulsión de muerte del espectador al límite.



El mensaje, en este sentido es claro y ácido como una víbora, animal en el que se convierte Bloom generando para su propio beneficio un tiroteo con persecución, perfecto para llevarle a la cima de su profesión. La atmosfera esta muy lograda, y el ritmo no decae en ningún momento. De la misma manera que la película será recordada básicamente por la absorbente interpretación de Gyllenhaal. El film se constituye en entretenimiento en si mismo, y nos hace que como espectador queramos seguir viendo como Bloom va haciendo crecer el río de sangre y bajando a los infiernos, que hoy en día tienen forma de plató de televisión con las vistas de la ciudad de fondo. Así pues, la película se vuelve contra si misma y lo que pretende criticar, en cierta manera genera la pulsión que hace que tengamos interés en seguir viéndola. Nos manipula, al igual que Bloom manipula a cada cual que se le pone por delante, y si no puede le asesta un buen golpe. Pero hay un tercer factor que afecta a este desequilibrante y provocador film, y es que desde la iluminación de sus primeros planos se percibe que el mundo retratado es algo falso y artificial, que es una película, no está diciendo. ¿Entonces, en qué quedamos? Nightcrawler es un film que plantea muchas dudas, especialmente sobre la representación. El personaje de Bloom está cerrado herméticamente y parece no tener pasado ni futuro detrás de él, lo que dificulta el, por lo menos, empatizar con él, entenderle. Aún en Taxi Driver (1976) habían unas consecuencia psicológicas generadas por una guerra, pero aquí simplemente tenemos el boceto, el primer plano de un personaje muy potente y con mucho atractivo pero del que no sabemos apenas nada, un mero muñeco de cuerda a las ordenes de un guionista y director que lo tiene todo tan maniatado que la solidez del conjunto se diluye al final.


Cuando la luna llena ha desaparecido de la pantalla y el impacto en el espectador se vuelve reflexión. Porque es ahí a donde el film quiere llegar (o eso espero) ante tanta contradicción, dudas, desequilibrios o como más conveniente nos sea llamarlo, que la televisión de hoy en día no da pie a la reflexión, sólo busca el impacto (fácil, a ser posible). No hay que pensar, sólo emocionarse, y los que la manejan deben estar sedados ante tantas montañas de basura. Con lo que me viene una letra de Los Planetas que no hasta que punto viene al caso pero resonó varias veces mientras veía la película:

En montañas de basura,
en montañas de basura,
en montañas de basura,
en montañas de basura.

Ningún beso de cordura,
ningún beso de cordura,
ningún beso de cordura,
ningún beso de ...
Dios me tendrá que proteger.
¿Qué va a pasarme en esta vez?

¿Qué va a pasar si me entrego y no funciona?
¿Qué va a pasar si me tiro al barro ahora y sale mal?

¿Qué va a pasar si no puedo soportarlo?
¿Qué va a pasar si decido dar el paso y sale mal?
Aguantaré, podré escapar, podré volver.
Mi vida va a ser mejor de lo que fue.

¿Qué va a pasar si no lo es?

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