Me abalancé sobre el libro de Manuel Vidal Estévez acerca de la
figura de Theo Angelopoulos de manera entusiasta, esperando descubrir nuevas
lecturas, apreciaciones y/o valoraciones acerca de la obra de un cineasta al
que considero de referencia (personal) y al que siempre agradezco que se le
dedique un trabajo de retrospectiva como el ejercido por Vidal Estévez para
hacer más visible una cinematografía única, imprescindible y que sigue siendo
bastante desconocida, o escorada. Su films requieren un gran esfuerzo por parte
del espectador, pues su densidad, su duración, su complejidad narrativa y su
auto-referencialidad, además de la importancia del contexto
histórico-socio-político que fuera de sus fronteras se escapa, hacen que su
visionado no sea una de esas primeras elecciones frente a la pila de DVDs. Ver
una película de Angelopoulos es un ejercicio de voluntad, casi un acto de fe,
que tiene su recompensa, pues la experiencia que supone El viaje de los comediantes (1975) [Uno de los films favoritos de
quien esto escribe], La mirada de Ulises (1995)
o La eternidad y un día (1998), por
citar los más (re)conocidos, son una autentica revelación.
Como conocedor de la obra completa del cineasta heleno, lector
sobre dicha filmografía a través de libros clave como el de Andrew Horton: El cine de Theo Angelopoulos: Imagen y
contemplación (Akal, 2001) o análisis no menos imprescindibles como los de
Pere Alberó o Francisco Javier Gómez Tarín acerca de La mirada de Ulises, y entrevistas en diferentes revistas e
idiomas; y analista, pues mi primer trabajo serio en la licenciatura de
Comunicación Audiovisual estuvo centrado en El
viaje de los comediantes (trabajo que se puede consultar, con todos sus
defectos, en este mismo blog) y escribí en el monográfico dedicado en Shangrila. Como lector que no cae en el cine de
Angelopoulos de primeras, el libro de Vidal Éstevez ha resultado de poco
interés. Pero si hemos expuesto lo primero es para contrastar la calidad del
libro, que para alguien que desconozca la filmografía del poeta-cineasta
griego, esta es una buena introducción bastante clara y definitoria.
Lo es básicamente gracias a dos aspectos ajenos al análisis: la
cronología básica dentro de la que se enmarca la obra de Angelopoulos y el
apartado final en el que se recogen declaraciones del mismo realizador y que
dan cuenta de sus múltiples capas como artista y persona. Estos epígrafes,
salvo en este libro, no pueden encontrarse de manera tan bien clasificada y de
fácil acceso. Algo que el lector agradece cuando quiere desentrañar todo el
discurso que las películas de Angelopoulos guardan dentro. Debidamente, Vidal
Estévez incorpora cuando es necesario dichas referencias en el análisis,
haciendo todavía más claro el enigma de una películas que se pueden llegar a
hacer un tanto opacas pero a las que su
sentido de la belleza las hace tanto absorbentes como pregnantes.
Pero estos apartados suelen formar parte de esta colección (al
menos de aquellos libros que hemos leído), lo que da cuenta de que éste sigue
la línea editorial al pie de la letra y eso coarta el interés de un cine que
debe analizarse de otra manera, más allá de la sinopsis ejemplificativa. Porque
esa es la impresión que da el análisis: una larga y detallada sinopsis que en
ocasiones se detiene puntualmente para interpretar y dar luz sobre la niebla
que cubre cada fotograma. Pero ese comentario no suele ir más allá de un par de
párrafos, como si el poner en contexto el film, mostrar la auto-referencialidad
de la obra e insistir en aspectos que nos han quedado claros durante las
primeras páginas, fuera suficiente. Pero esta es la línea editorial y no se le
puede discutir su cometido, a este respecto llevado a buen puerto, pese a que
en ocasiones (y debido a esa narrativa tan compleja que esquiva este tipo de
propuestas analíticas) el texto se vuelve en si mismo una espiral y confunde al
lector.
Si queremos profundizar en el análisis de cada una de estas
películas, o al menos de las más significativas, deberemos acudir a otros
textos, como los de Alberó o Tarín, citados más arribas o a los que Vidal
Estevéz da cuenta al final en la bibliografía de su libro. Así, pese a
dedicarle un apartado en solitario a La
mirada de Ulises, por ejemplo, nos
podemos llegar a abarcar todo aquello que la película realmente ofrece, y por
lo que es tan imprescindible. Aunque, por otra parte, los films posteriores a
éste y que gozan de menor trabajo analítico están bien abordados y resultan más
sugestivos, especialmente el análisis de La
eternidad y un día y su reflexión acerca de la representación (o el
tratamiento) de la muerte en el cine contemporáneo.
Si bien, es interesante la división de la filmografía por bloques
de análisis más que por orden cronológico, poniendo así en relación y haciendo
un esbozo de búsqueda de nuevos significados entre ciertas películas. Al igual
que el acercarse, aunque sea con brevedad, a los trabajos más minoritarios,
como son los documentales y los cortometrajes. Así, el libro de Vidal Estévez
aporta un nuevo capítulo al libro de Horton, ensayo por excelencia para
vislumbrar todos los aspectos referentes a la obra de Angelopoulos y que
termina con el análisis de La mirada de
Ulises. Ahora el viaje puede continuar y podemos enlazarlo con los últimos
films de la filmografía. Aunque no con El
otro mar, la película que Angelopoulos estaba filmando cuando sufrió el
fatídico accidente que terminó con su vida. Y si bien es verdad que no hay
acceso al material filmado, si que hay varias voces (por ejemplo, algunas
escribieron en el número que Caimán.
Cuadernos de cine dedicó al cineasta tras su viaje) que pueden dilucidar
hacia dónde se encaminaba y relacionarlo, aunque fuera en menor medida con el
resto de la filmografía. Pero quizás por respeto, que respetamos, el libro
prefiere dejar esto a un lado con un “al menos, de momento. Sobre ella, nada
podemos decir”.
Se pueden decir muchas cosas sobre la obra de Theo Angelopoulos,
aunque parezca que ya estén todas dichas. El libro de Manuel Estévez Vidal se
limita a una análisis pragmático dentro del campo de acción en el que se mueve,
satisfactorio y esclarecedor, especialmente para aquellos que, por primera vez,
quieran descubrir los entresijos de un realizador imprescindible dentro del
cine moderno.
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