domingo, 23 de septiembre de 2012

Las uvas de la ira (The Grapes of Wrath, John Ford,1940)




John Ford y el Western, John Ford y John Wayne. El mismo John Ford se presentaba diciendo: “Me llamo John Ford, hago películas del oeste”.  Y si bien es conocido como el gran director del género western, Ford abordó otras temáticas y otras historias más allá de indios y vaqueros; principalmente su segundo eje de acción se centro en la tierra de Irlanda, donde se encontraban sus raíces familiares y a la que se sentía muy ligada. De esta relación surgen películas tan emblemáticas como cualquiera de sus westerns: El hombre tranquilo, Que verde era mi valle o La taberna del irlandés. En menor medida también se adentro en el cine bélico y con la excusa de un safari por África realizó Mogambo. Analizando estas circunstancias situamos Las uvas de la ira en un islote dentro de la filmografía de John Ford, una película sobre la gran depresión, en pleno mundo industrial, y con Henry Fonda como protagonista; nos encontramos una película que no es ni un western ni en la que participa John Ford.  Esta situación y la calidad del film demuestran que el director no era simplemente alguien que hacía películas del oeste.

En primer lugar es necesario saber como llego esta historia a sus manos. Las uvas de la ira es una adaptación de un libro de  John Steinbeck. El guión llegó a manos de Ford, que, como declara en una entrevista a Peter Bogdanovich: “Me gustó y nada más. […] Me atraía todo: que tratase de gente sencilla y que la historia se pareciera al hambre de Irlanda. […] Quizá tuviera que ver con eso –parte de mi tradición irlandesa -, pero me gustaba la idea de esa familia que se marchaba, y trataba de encontrar un camino en el mundo[1]. En estas declaraciones volvemos a escuchar a ese director parco y escueto que parece restarle importancia a su obra, pero se puede apreciar como está película no era un mero islote, como hemos mencionado antes, sino que tocaba los temas cercanos de su filmografía: esa vena irlandesa interior y el desplazamiento de la familia hacia California desde Oklahoma, cruzando el oeste.

La película se estreno el 15 de marzo de 1940, lo que implica un rodaje a finales de 1939, con la Segunda Guerra Mundial ya en el ambiente.  Cabe preguntarse si esta película nada más empezar la Guerra ya tenía la voluntad de criticar las consecuencias que tendría la misma… todo parece indicar que sí, que las intenciones de John Ford eran estas. La acción del film se sitúa en los inicios de la década de los 30, después del crack del 29: la familia, sin recursos es expulsada de sus tierras, sin raíces, y van en busca de fortuna hasta la tierra de California, en su camino solo hay pobreza, miseria y dolor.  La película pretendía reflejar el sufrimiento y el trastorno que provocó la Gran Depresión, pero a nadie se le escapa que Ford también quiere poner en diálogo esta situación con la del período en el que se realiza la película. El film también es un “canto” al poder del pueblo y la necesidad de su existencia como núcleo que forma la sociedad. De hecho, la película termina con Ma Joad, la madre del personaje interpretado por Henry Fonda exclamando: “Somos el pueblo… existiremos siempre”. Una frase que remite en toda su voluntad al cine ideado por Eisenstein en películas como Octube o El acorazado Potemkin, pero para Ford ya no existe la posibilidad de revolución que el pueblo ejercicio en los films de Eisenstein, para Ford el pueblo esta sometido al poder. Es el gobierno quien hecha de su casa a la familia Joad, es la policía quien asalta los “campos de refugiados” donde la familia Joad se asila durante su viaje, etc. En una de estas incursiones de la policía, varios personajes colaboran para evitar la entrada de “la ley y el orden” en el campamento con la voluntad de incendiarlo; pero solo es una pequeña parte del pueblo, ya no se puede realizar una lucha en su conjunto. En una conversación sobre el aviso de las intenciones de la policía de incendiar el campamento surge la palabra “rojo” como calificativo de comunista y el personaje de Fonda se pregunta que es un “rojo” y “¿Por qué salen por todas partes?” en referencia que se habla mucho sobre ellos. Esta conversación vuelve a poner de manifiesto la voluntad de John Ford de relacionar la película con su época de realización y la situación en ese momento.

Dos de los temas más elaborados por Ford en su filmografía también están presentes en esta película: el regreso del “hijo pródigo” (tema muy tratado también en la actualidad por directores norteamericanos como James Gray, principal y mayor exponente), que no tiene porqué ser precisamente el hijo, puede ser el hermano como en el caso de Centauros del desierto; pero si que es en todos los casos un regreso al hogar del cuál fue despojado el protagonista. Y en Las uvas de la ira nos encontramos con esto: Tom (Henry Fonda) vuelve a casa después de pasar un tiempo en prisión, y al final de la película, como el personaje de John Wayne en Centauros del desierto, Tom volverá a dejar a su familia. Pero, además, John Ford en esta película no solo plantea esta idea de regreso al hogar al inicio, sino que la construye en la base del film: la familia entera es despojada del hogar y tiene que volver a el, en este caso tiene que formar un nuevo hogar, con lo que las dimensiones espaciales y dramáticas aumentan respecto a la idea inicial del “regreso del hijo pródigo”. El segundo tema importante que destaca en los films de Ford y también está presente en este es : la familia, el núcleo familiar, presente en otras películas como Que verde era mi valle o Centauros del desierto. La familia, como hemos apuntado unas líneas arriba, se verá forzada a resolver situaciones y convivir en todo momento, desde que tiene que emborrachar al padre para hacerlo subir a la camioneta que les llevará a California hasta la despedida en la oscuridad entre Tom y su madre. Estos son dos temas que están a lo largo de toda la película presentes.

Otro aspecto que hay que tener en cuenta es la condición de cineasta manierista de John Ford. Un director dentro del sistema, consciente de ello, y que trabajaba de tal manera que lo que rodaba apenas podía ser alterado por un productor en el montaje final. El MRI (Modo de Representación Institucional) es un estilo cinematográfico relacionado con el clasicismo cuya base reside en la ocultación de las huellas del autor para facilitar la compresión de la historia por parte del espectador. Directores como Douglas Sirk, John Ford o Alfred Hitchcock, que trabajaban dentro del sistema de Hollywood conocían las reglas del juego y sabían como romperlas. En Ford o Sirk, concretamente, su impronta se hace notar en la exageración de los elementos profílmicos de una forma tan evidente para el espectador que será consciente de que está viendo una representación. Estos directores dinamitarán desde dentro del sistema la idea de representación de un mundo ideal y objetivo, perfecto y estereotipado. En John Ford esto es evidente en su puesta en escena y en la colocación de los personajes dentro del encuadre. Si vemos estas dos imágenes, en blanco y negro Las uvas de la ira y en color Centauros del desierto, podemos ver claramente como Ford sitúa a cada personaje en el lugar ideal, es tan “descarado” que se pierde todo el naturalismo pretendido con el MRI.




Pero esto no solo en referente a la colocación de los personajes, también en las interpretaciones o ciertos elementos del montaje, llegando hasta El hombre que mató a Liberty Balance donde rompe con toda idea clasicista de la representación al engañar al propio espectador para luego demostrarle el engaño y que estas son las posibilidades del cinematógrafo, que ofrece una visión subjetiva de la realidad, que es la realidad que el director quiere mostrar y de la forma que él quiera que la vea el espectador.

En conclusión, La uvas de la ira es una película compendio de la filmografía de John Ford, que además muestra la conciencia del realizador con respecto a su trabajo y su entorno histórico-político-social. Es una película todavía clásica que deja entrever lo que se irá consiguiendo en el camino hacia la modernidad dos décadas más tarde.  Es la esencia pura de uno de los más grandes directores de la historia del cine, que sin querer decir las cosas, todo quedaba dicho.

Bibliografía

BOGDANOVICH, Peter. John Ford. Editorial Fundamentos. Madrid, 1971

JAY SCHNEIDER, Steven. 1001 películas que hay que ver antes de morir. Grijalbo, Barcelona 2004



[1] BOGDANOVICH, Peter. John Ford. Editorial Fundamentos. Madrid, 1971.

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